Reconociendo la escasa aunque calificada bibliografía existente hasta hoy sobre el tema, el autor encara su análisis con dedicación, que agota las limitadas fuentes, y con método riguroso, se esfuerza por penetrar en la intimidad de los hechos analizados para desentrañar la esencia de una figura de antigua raigambre y fecundas proyecciones en la hermenéutica doctrinario-jurídica. Afirma el autor “la teoría de los actos propios constituye una regla de derecho derivada del principio general de buena fe, que sanciona como inadmisible toda pretensión lícita, pero objetivamente contradictoria con respecto al propio comportamiento anterior efectuado por el mismo sujeto”, y anticipa su fundamento en “la confianza despertada en otro sujeto de buena fe, en razón de una primera conducta realizada”.
He aquí, en esquemáticos perfiles, la importancia de esta doctrina; faceta de la buena fe, de la lealtad que ha de presidir las relaciones humadas de ese obrar con la nobleza que emana de la fidelidad a sí mismo, garantizando el respeto por el derecho ajeno y la personal realización del sujeto andante.
A partir de tales conceptos, la obra avanza exponiendo las diversas exteriorizaciones posibles de conflictos planteados por el intento de volver sobre los propios actos, ofrece ejemplos y analiza, sugiere o propicia soluciones, según las diversas hipótesis.
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